viernes, 10 de agosto de 2007

PROMOCIÓN 1957

SEXTO A





SEXTO B








SEXTO C










Un cañetino en Santiago

[24/05/2006]
Homero Altamirano, cuenta sus peripecias que ha debido pasar desde hace mas de 40 años, cuando llegó por primera vez a la Capital, su historia es una de las tantas que han vivido muchos de los cañetinos que buscando mejores expectativas, han salido de su pueblo y nunca olvidan la tierra que los vio nacer. Homero Altamirano (*)
Conversando con algunos colegas de la Conaf, a la hora de almuerzo, comenzaron a surgir recuerdos de nuestra llegada a la Universidad en al año 1962 y de las peripecias que tuvimos que sortear aquellos que, como yo, llegábamos a la capital por primera vez. Cuando faltaban pocos meses para terminar el Liceo, la confusión reinaba entre aquellos que estábamos cursando el sexto año de Humanidades y la mayoría todavía no tenia una clara decisión sobre los estudios futuros. En el Liceo de Talca, donde cursé el Liceo desde 1957, tuvimos un destacado profesor de Francés, "Mesie" Aguilera, Un pedagogo de viejo cuño, quien habiendo ejercido como profesor primario durante largo tiempo, había logrado especializarse para terminar sus años como el "profe" de Francés de nuestro Colegio. Hombre de vasta cultura, que con su método personal, saltando por encima de los programas oficiales, logró entrenarnos en al manejo del idioma francés, de tal manera que sin posterior aprendizaje, pude desenvolverme en mi primera estadía en Paris el año 1972, diez años después de salir del Liceo. Entre las iniciativas de "Mesie" Aguilera, estuvo aquella de destinar algunas horas del último año de Liceo, a darnos una especie de Orientación Profesional. Invitó a algunos de sus ex - alumnos, que ya habían logrado una profesión o que estaban cursando la Universidad para que nos dieran una charla sobre su especialidad. Excelente iniciativa que rindió sus frutos. Uno de los confusos era yo, y un determinado día Mesie nos anuncia: "Viene un ex-alumno que esta estudiando Ingeniería Forestal en la Universidad de Chile. Es una carrera nueva que creo les va a interesar". Y así se presentó ante nosotros Jaime Maturana Loyola, quien comenzó un apasionado relato sobre los dos años que ya llevaba como estudiante de esta especialidad. De cómo esta carrera se desarrollaba en un estrecho contacto con la naturaleza, con el fin de proteger los bosques y fomentar su aprovechamiento y reproducción...de las prácticas de verano en el Sur de Chile, donde la Universidad poseía unos fundos que habían sido cedidos por el Gobierno y por particulares para contribuir a la formación de los estudiantes. En fin, que aquello era estudio y recreación. Al avanzar su relato, yo sentía que aquella propuesta me entusiasmaba y antes que él terminara, le comenté a mi compañero de banco: ¡¡¡¡¡Esta es mi carrera!!!!.Pasó el tiempo y llegó el fin del año..exámenes... Bachillerato y ... ¡Vacaciones! ¡A Cañete los boletos...a mover el Centro de Estudiantes...al lago...al pololeo... Cuando me preguntaban qué iba a estudiar , yo contestaba muy ufano...Ingeniería Forestal en La Universidad de Chile ..y punto, sin considerar alternativas, sin pensar que podía tropezar y sin preocuparme de saber cuando eran las postulaciones para las famosa Carrera....¡¡¡¡ hasta que un día a fines de Febrero..nuestro amigo el Chito Sau, estudiante de Agronomía en Concepción, me bajó a tierra al preguntarme: "¿Y cuando tienes tu examen de admisión?""No sé todavía – respondí - Estoy esperando que aparezca el llamado en los diarios".Entonces él me llama la atención de que ya casi todas las carreras están seleccionando a sus alumnos y que yo no puedo apostar a que voy a quedar en Forestal.... y que mejor busco alternativas ...y que él va al día siguiente a Concepción con su padre y que me pueden llevar y que su escuela tomará examen en dos días más....y que mejor me presente allí...por siaca.. Él me hizo poner los pies en la tierra ..junté mis papeles y partimos con Chito y su padre a Concepción.Allí el Barrio Universitario ciudad hervía de estudiantes y postulantes. Encontré a compañeros del Liceo de Talca que me contaban que ya habían dado examen en Santiago...en Valparaíso ..en Valdivia..y yo...con la cantinela..VOY A ESTUDIAR INGENIERIA FORESTAL. Me inscribí para dar el examen de admisión que se exigía en esos tiempos, en la Carrera de Agronomía. Pasé el examen y quedé aceptado en la Universidad de Concepción, en esos tiempos una Universidad Modelo, donde verdaderamente se sentía el espíritu universitario y que me conquistó, llegando a dudar en ir a Santiago a postular a Ingeniería Forestal. Sin embargo en la primera semana de Marzo apareció en el diario el llamado esperado y me embarqué a Santiago en tren. Era mi primer encuentro con la Capital y tuve que arreglármelas solito, pues mi padre, profesor, ya estaba en su trabajo, y mi primo, a cuya casa llegué en San Bernardo, también profesor, tampoco podía acompañarme. Llegado el día en que debía presentar mis papeles en la Vieja Casona de la Quinta Normal que albergaba nuestra escuela y la de Agronomía de la Universidad de Chile, Me embarqué en la micro San Bernardo con las siguientes instrucciones de mi primo: "Te bajas en la Alameda, donde se baja toda la gente y después tomas otra micro por Matucana".... Para él todo fácil..... para mi una incógnita. Llegué a lugar indicado, Lord Cochrane con la Alameda y allí estaba la columna vertebral de Santiago que me aturdió con su incesante movimiento de micros atestadas de gentes y sus veredas colmadas de transeúntes presurosos que caminaban en todas direcciones. Para no aparecer el recién llegado que era y evitar dar la apariencia de despistado..me puse a caminar por la vereda hacia el oriente..y a la altura de la Plaza Bulnes consulté a un carabinero cómo llegaba a Matucana: "Tome una micro hacia la estación Central me dice" y yo "muchas gracias"...pero..... para que lado queda la famosa Estación Central. Esperé en un paradero y pregunté al chofer de una micro si esa llegaba a Matucana:"Tenís que tomarla al otro lado pus cabrito"...me dice. Gracias de nuevo y ahí ya estaba mejor encaminado. Claro..en la Capital de Chile se supone que todas las personas tienen que saber donde queda la Estación Central, o la Plaza Bulnes o la Plaza Italia o el Estadio Nacional o La Plaza de Armas y cual es la movilización que permite llegar a esos lugares..pero un recién llegado queda abrumado de tanto movimiento, del tamaño de la ciudad, de la cantidad de gente que uno no conoce, de no conocer al carabinero...si allá en mi pueblo los conocemos a todos son 5 ó 6... , de los curas que uno encuentra a cada rato cuando allá está solo el "Señor Cura" y las únicas Góndolas que hay son las que van a Curanilahue y Cayucupil: una vez en la mañana y otra en la tarde; Y la cantidad de negocios y Fuentes de Soda y las hermosas vitrinas de las grandes tiendas, y la cantidad de "charlatanes" como los conocíamos en nuestro pueblo y que llegaban de vez en cuando con alguna novedad, que ofrecen utensilios para la cocina, para pelar papas, para hacer picarones, o métodos fáciles para dibujar o copiar dibujos, o el "hombre de la culebra" aquel que te entretiene para venderte cualquier baratija, con el cuento de que en la caja que tiene en el suelo está la culebra amazónica amaestrada, y tu te quedas boquiabierto esperando que salga la culebra y esta nunca la ves....en fin ...la gran metrópoli plena de actividad que te hace sentir así de pequeñito. Abrumado por el calor, entré a una fuente de soda antes de seguir mi viaje hacia la Universidad, es decir hacia la Escuela de Agronomía donde funcionaba la carrera de Ingeniería Forestal...otra complicación porque en Concepción estaban todas la carreras en un solo lugar...Disfruté una de las primeras coca colas de mi vida, porque allá en Cañete solo se tomaba alojas de Don Enrique Krause o la famosa orange cruz que venía en una hermosa botella, y salí a al Alameda a esperar la micro que me llevaría hasta la estación Central, ya un poco preocupado porque pasaba la hora y ya llegaba atrasado al ultimo día de inscripción. Subí a la micro y allí entre el tumulto de gente trataba de acomodarme para mirar a través de la ventana y ubicar la famosa estación central..Cuando estaba por llegar...me invade el pánico al darme cuenta que no llevaba conmigo la carpeta con los documentos que tenía que presentar a la Universidad...¡¡Los había dejado en el lugar donde bebí el refresco!!!...me bajé apresuradamente y atravesé la Alameda hacia la otra vereda...abordé cualquiera micro y nuevamente luchando por ubicarme y saber donde tenía que bajarme...mi primo me había instruido que Lord Cochrane salía a la Alameda a la altura del número 1300, así es que allí me bajé y caminé hasta encontrar el bendito local donde la cajera tenía mi carpeta. Retomé mi camino y pude llegar a la Quinta Normal donde funcionaba en ese tiempo la Facultad de Agronomía de la Universidad de Chile, a tiempo para inscribirme y luego iniciar la aventura para regresar a San Bernardo. Así fue mi bautismo de fuego con el que inicié mis andanzas por este perro mundo y que me levaron a conocer las heladas tierras de Finlandia y Rusia, las grandes ciudades europeas, el continente africano, que yo he bautizado la vergüenza de la Humanidad y algunos países de nuestra América Morena, experiencias que les relataré en otras oportunidades.
RAUL OLEA MORALES
PROFESOR DE HISTORIA


Naranjas Dulces.


Por allá por los años 50, las autoridades del LHT decidieron con motivo de no sé qué celebración o efeméride, efectuar una revista de gimnasia, a cargo de cuya organización estuvo el profesor de educación física, don Carlos Marchant González, también conocido como Cachupín, que además hacia comentarios deportivos en las radios locales (Lircay o Lautaro) y escribía bajo el pseudónimo de Charles Bown, pero esa es materia de otra crónica.


Como parte de la preparación del evento, todo el liceo era movilizado caminando hacia el recinto del Estadio Fiscal de Talca, en cuya cancha de futbol ensayábamos los diferentes tipos de ejercicios que serían presentados al público talquino representado principalmente por las familias de los estudiantes del liceo.


Debe haber sido a fines de año, entre los meses de noviembre y diciembre y el calor comenzaba a picar alegremente, como es característico del clima mediterráneo de la zona maulina. Por supuesto que el calor nos causaba varios efectos, como ser alta sudoración, cansancio y sobre todo una tremenda sensación de sed. 


En este contexto entró a actuar la “mano invisible del mercado” la cual actuó mediante un incremento significativo de la demanda de elementos hidratadores, situación que tuvo su respuesta a través de la oferta de naranjas proporcionada por un Pequeño Empresario local, que llegó el primer día de ensayos con un canasto de la  jugosa fruta, que puso a disposición de los sedientos estudiantes. El agente del retail local promocionaba su producto a través de sonoros avisos vocales que repetía incansablemente: “¡Naranjas dulces!; Naranjas dulces!


Ese día la demanda sobrepasó sobradamente la oferta lo que obligó al empresario a aumentar el volumen de producto disponible para los jóvenes clientes. Así fue como al siguiente ensayo llegó no con su tradicional canasto, el cual había sido reemplazado por 2 sacos molineros en los cuales se había sacado la harina y su contenido habías sido reemplazado por las famosas naranjas.


Así y todo la oferta volvió a ser insuficiente y el dinámico empresario enfrentó nuevamente el desafío de cubrir una demanda insatisfecha y el tercer día de ensayos lo vimos llegar con paso firme al recinto deportivo, tirando un carro de mano de esos que se caracterizaban por rodar sobre 2 ruedas de amplio diámetro. A medida que avanzaba hacia el lugar donde nos preparábamos para la presentación artístico deportiva pudimos escuchar su pregón: “¡Naranjas dulces!; Naranjas dulces! Había cambiado el sistema de comercialización, pero se mantenía el de publicidad o tal vez para estar más de acuerdo con la onda siútica del país, debería decir el merchandising.

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