UN
ADIOS A ANITA.
COLEGA,
COMPAÑERA, AMIGA, MAESTRA.
14
de enero 2015:
La
implacable muerte llamó a tu puerta, comienzo de tu partida. Cumpliéndose lo que todos sabemos; la carne
cumplirá su sentencia de volverse polvo, pero el espíritu es eterno.
Bella
persona nos entregaste Querido Padre Celestial.
Gracias
te doy por eso.
Porque
pudimos conocer la dulzura de su ser, su compromiso social, demostrando su tremenda
vocación de servicio.
Su
calidad humana, su empatía, su amistad incondicional, el respeto por la vida y por
todos los seres humanos, cualquiera fuese su condición o credo.
Su
inmenso amor y caridad para perdonar. Y también su humildad y grandeza para
disculparse y pedir perdón. Y por sobre todo: Gran Maestra.
Una
palabra, un consejo de ella, levantaba nuestro ánimo y hasta la pena más grande
se minimizaba y se hacía llevadera.
La
sureña ciudad de Los Ángeles la vio nacer,
y hoy la acoge en su seno para dormir el sueño eterno. El que todos
tendremos, esa sentencia que nos acompaña desde el momento en que llegamos a
este mundo.
Ese
misterio, la muerte, nos separa de esta
madre, amiga, compañera y
consejera.
Se
deslizó tiernamente sobre el pentagrama de la Vida, brindándonos un saludo, una
sonrisa, en medio de nuestra rutina, entre notas negras y blancas … y
silencios.
Compuso
y bailó las melodías de su alma, creyente, serena y resignada, en compañía de
su amado esposo Carlos, Pastor de la Iglesia Bautista de Talca y de sus hijos.
Un varón y dos niñas., que ahora lamentan su separación.
Titulada
de Profesora de Música en la Universidad de Chile, desempeñó su labor por más
de 25 años, en nuestro emblemático y
reconocido Liceo Abate Molina.
Previamente,
lo hizo en la Ex Escuela 5 de Talca, hoy
Escuela Juan Luis Sanfuentes.
A
principios de los ’80 se integró a
nuestro equipo de docentes, y aquí y
trabajó hasta su retiro en el año 2006.
Sin
embargo, no dejamos de verla y de saber de ella.
Siempre
nos encontrábamos y nos saludábamos como si el tiempo y la distancia no
existieran. Y ella, siempre la misma.
Duras
pruebas hubo de enfrentar. Con valentía. Una cirugía compleja al corazón. Una
Diabetes después. La enfermedad de su esposo.
Todo lo dejaba en manos de Dios, nuestro Creador. “Debemos saber perdonar, decía, y agradecer lo que Dios nos quiera
dar”. “ Tratemos de ser felices con lo que tenemos”
Nunca
renegó, ni en trances difíciles, ni frente a las angustias de la vida.
Cuando solicitaba algo, lo hacía con
reverencia y dignidad.
Generosa
hasta lo indecible, su lema fue “ayudar”.
Como todos, también tenía carácter al enojarse
y sentir las injusticias del mundo.
Pero, con su oración nos acercaba. Su sola presencia aquietaba los
espíritus.
Amante
de su familia, sufrió desvelos e inquietudes como toda madre. Debió resolver
problemas con dedicación y templanza.
Y
fue poseedora de ese tremendo temple para vivir y lograr los objetivos a los
que todo ser humano debe aspirar lograr:
1.-
Encontrar la felicidad. Ser Feliz
2.- Aprender a amar
3.-
Dejar huella
Ana
Cifuentes Saldaña ( Cariñosamente,” Tía Anita”):
Lograste
traspasar barreras, andar caminos impensados con la fortaleza de una hija de
Dios, dejar un lindo recuerdo de vida en quienes te conocimos, te respetamos y
te amamos.
Ve
a refugiarte en el abrazo eterno con Nuestro Padre.
Descansa en Paz.
Con cariño
sincero:
Adriana Cornejo Valdés.
Profesora Liceo
Abate Molina
Sra. Nancy Villarroel y su hijo
Muy emotivo el abrazo de Toronto y mi padre no se cansa de contar historias a Ruth y Manuel.
German Sanchez Fernandez